Dr. Alfredo César Dachary

En la actualidad, pese a que más de 4,500 millones de personas no tienen acceso directo a internet, éste es conocido por la mayoría de las sociedades y pueblos de nuestro planeta y lo han transformado en algo “típico” o cotidiano, al extremo que ya no puede faltar en el hotel o en la cafetería donde acostumbramos a encontrarnos con amigos.

Hoy, la vieja computadora desplazada primero por la portátil, luego por la notebook, al final es remplazada por los iphone u otros teléfonos que cumplían con las funciones que realizaban las tradicionales computadoras, la cotidianidad misma está a punto de sucumbir ante los cambios frenéticos que nos tocan vivir.

Nada queda estable, todo se transforma por tres razones fundamentales: el desarrollo de nuevas tecnologías aplicables a las actuales que las hacen más amigables y más efectivas, la obsolescencia de las cosas, una enfermedad que descubrió e implementó la sociedad del consumo y de ella deriva una tercera, la moda. Antes te juzgaban por el tipo de reloj que portabas, hoy por el del iPhone, siempre hay que cambiar, porque no podemos dejar de consumir, “no vaya a ser que se nos cure esa enfermedad”.

Estos cambios son en todos los niveles y, por ello, no hay tecnología de punta que sea la reina por más de unos pocos meses, donde la carrera por el mercado de “adictos al consumo” introduzca nuevos modelos, nuevos sistemas, nuevas formas de hacer de la tecnología nuestra cotidianidad. Éste es el caso de dos de las estrellas más famosas del mundo de la nueva comunicación: Facebook y Twitter, que han comenzado a perder “adictos” entre los usuarios de las redes sociales.

En el año 2014, la empresa adigital lanzó una encuesta para conocer como usan las redes sociales las empresas españolas y a consecuencia de la consulta se recibieron más de 650 respuestas que se analizaron para elaborar un informe, donde destacan que el 85% de las empresas usan las redes sociales con fines de negocio.

Las razones para usar cada red social, el modo en que se explotan éstas, las más adoptadas y su retorno de inversión, son parte de este documento dado a conocer como “Los medios sociales de 2014”. Allí se nos muestra que uno de cada diez usuarios de los medios sociales dejaron de usar Twitter y alrededor de la misma proporción (un 9%) dejaron de utilizar Facebook en el último año, según las conclusiones que logró la empresa investigadora YouGov, responsable de la investigación. Las principales razones que lleva a los usuarios a dejar de usar estos servicios es una pérdida de interés (55%), lo que viene seguido por el aumento de las preocupaciones sobre la privacidad (26%) y uno de cada cinco (21%) asegura que «está harto de las estrategias de publicidad y marketing» y a uno de cada seis no le gusta que la gente extraña tenga acceso a sus datos personales (17%)
Pese a todo, Facebook sigue siendo una fuerza dominante, con un 86% de los usuarios activos de redes sociales utilizando el servicio, casi el doble de la proporción de su competidor más cercano, YouTube, que es utilizado por el 46% de los usuarios activos de las redes sociales.

El Twitter es la tercera red más popular y es utilizada por alrededor de un tercio (32%) de los usuarios activos, mientras que los dos programas Instagram y Pinterest son utilizados por el 9% y el 6%, respectivamente, muy por debajo de Twitter. 
Para el director del proyecto, Twitter y Facebook han perdido popularidad porque «se han hecho un parte inseparable de la vida cotidiana de la gente», y «Facebook ha estado disponible para el mercado de masas desde hace siete años y en ese tiempo ha pasado de ser algo nuevo e innovador a ser un coloso difícil de controlar. En el informe destaca el hecho de que YouTube es el sitio más popular de los medios de comunicación social entre los jóvenes de 8 a 15 años de edad, con más de cuatro de cada diez (41%) registrados en ella casi todos los días, y Facebook es el segundo más popular (36%), muy por delante de Instagram (13%) y Snapchat (11%). Sólo uno de cada diez (10%) niños encuestados usa regularmente Twitter.

Es interesante destacar lo que podríamos denominar como una “creencia” y

es el hecho de que casi un tercio (32%) de los niños cree que Facebook es para un público adulto, mientras que casi la misma cantidad (30%) piensa lo mismo sobre Twitter.

Tecnología, sueño y ropa

Ya la tecnología ha alcanzado a la ropa, comenzando por la deportiva, luego algunas de uso más social y por último llegan a la ropa interior y para dormir, con la propuesta de que la temperatura del pijama será regulada por sensores en busca del descanso perfecto.

Esto ha llevado a que algunos “futurólogos” a hablar de que dormir bien es el nuevo lujo, por ello será que todo el mundo lo quiera, pero para mucha gente éste sólo se podrá alcanzar con la ayuda de la incipiente tecnología que empieza a intervenir en nuestros patrones de sueño. En la próxima década, aunque siempre puede ser antes, la temperatura hasta del pijama será regulada por sensores en busca del descanso perfecto, que harán posible un profundo, largo, reparador y sin pesadillas, y con sueños que se podrán escoger utilizando una base de datos.

Así hasta las “horas muertas de consumo”, que son las que dormimos, podrán transformarse en objetivo de nuevas propuestas tecnológicas, si se está dispuesto mientras se duerme a someter al cerebro a una corriente eléctrica de baja frecuencia, que los científicos auguran “sueños lúcidos y vívidos” en los que se podrá incluso intervenir. La técnica que se está experimentando en Alemania podría ser útil para los que sufren pesadillas o trastornos por estrés postraumático, porque podrían cambiar el escenario de su mal sueño por otro mucho más placentero. Todos los tiempos de la vida tienen valor en un mercado que no logra conformarse con controlar una larga parte del día del ciudadano.

Estos cambios llevarán a que los colchones se conectarán a Internet para cambiar su rigidez y un termostato que ajusta la temperatura según cada ciclo del sueño, complementado con habitaciones con filtros de luz precisos y almohadas diseñadas para optimizar la experiencia. En esto trabaja la compañía hotelera Travelodge para estudiar el futuro del sueño, a fin de que sea posible llegar a un hotel, meter todas sus variables (temperatura ideal, colchón, almohada e

iluminación preferidos) y disfrutar de un descanso perfecto aunque esté con seis husos horarios de ‘jet lag’. Cuando se hizo el mapa del genoma humano se descubrieron varios genes del sueño que regulan los ritmos circadianos, y ahora se ha descubierto otro gen, el DEC2, que al ser manipulado podría reducir la cantidad de tiempo que necesitamos dormir.

El sueño tiene funciones restauradoras relacionadas con la memoria y el envejecimiento, por lo que monitoreando los patrones de sueño será posible optimizar esas funciones o incluso diagnosticar enfermedades mientras uno duerme. Así mismo, se conseguirá gracias a la tecnología ‘wearable’ incorporada en el pijama, capaz de medir el pulso cardíaco, la presión sanguínea o la conductividad de la piel, para cruzar todos esos datos y poner al médico sobre la pista de la salud presente y futura.

Otra de las grandes fantasías del hombre ha sido la de hibernar como hacen otras especies para conservar energías y reponer fuerzas y ahora, después de varias décadas de investigación, la NASA se dispone a inducir una prolongada hibernación a los astronautas que algún día viajarán a Marte.

Todos los temas y ámbitos de la vida del ciudadano son sujeto de estudios y de creación de aplicaciones que van transformando su vida y haciendo de la transición de la sociedad de la revolución industrial a ésta, postindustrial, un verdadero cambio radical, que no siempre podemos asimilar y entender en todas sus verdaderas dimensiones. Para el académico y experto en Opinión Pública, Víctor Sampedro, estos cambios son profundos y los desarrolla en su libro de reciente edición “El Cuarto poder en red”, en donde hace una encendida defensa de la profesión periodística, hoy muy cuestionada, por lo que necesita ser refundada.

El autor parte de una autocrítica que se basa en el hecho de asumir que no es nativo digital y que le ha costado entrar en estas lógicas, pero una vez que uno llega a ellas y analiza lo que están haciendo los nativos digitales y cómo están defendiendo esa esfera de debate pública, nueva y emergente se da cuenta de que ahí residen los resortes básicos por donde se ha de profundizar no sólo en la profesión periodística, sino la sociedad en su conjunto.

Para ello el autor plantea que hay que recuperar las esencias del periodismo como servicio público, un periodismo mancomunado en el cual el ciudadano es el sujeto comunicativo y político por excelencia, que tiene como capital físico dispositivos conectados a la red y gestiona dentro del capitalismo cognitivo una enorme cantidad de datos.

Si estos datos son liberados y cuentan con la ayuda de profesionales y de organizaciones periodísticas al servicio de esas comunidades que liberan datos, éstos son más necesarios en número y compromiso que nunca, por lo tanto, no es una impugnación de la empresa ni de la profesión periodística, pero sí del modelo de negocio global y de las rutinas obsoletas que hacen que el periodismo no sea valorado como para ser pagado y sostenido por las comunidades a las que sirven.

En la actualidad, los medios convencionales en su inmensa mayoría se han convertido sobre todo en canales de difusión, o bien, de propaganda política institucional disfrazada de información, es decir, relaciones públicas, o bien de marketing de propaganda encubierta de los sectores económicos con mayor fuerza, por ello es que hay que recuperar las esencias del periodismo como servicio público.

En la actualidad en lugar de hablar de un servicio público que directamente se identifica con cadenas estatales más bien gubernamentales, podemos hablar de bien público y ésta es la verdadera novedad del asunto, ya que un bien público que es compatible por completo con la iniciativa privada y con la iniciativa pública, pero que presupone que la información es de todos y no es de nadie, que el control de la información tiene que ser un controlado por la propia comunidad.

La gran pregunta que se hace el experto es: ¿Qué pueden hacer los hackers por el periodismo? Lo que nos han enseñado los hackers en los últimos años es que internet llevada hasta sus últimas consecuencias con las herramientas que nos han brindado de software libre, de encriptación y anonimato es sobre todo una plataforma colaborativa de expresión directa desde abajo, de contrapoder, donde se pueden hacer dos cosas actualmente; decir no, desobedecer con pocas consecuencias, lo que permite salvaguardar la autonomía individual, grupal y colectiva, y que se puede construir en tiempo real una relato desde abajo.

Internet es no sólo un gran canal de difusión de programas, ideas y propuestas; es una nueva dimensión del espacio, es un nuevo modelo de tiempo que se aplica al capitalismo global, es una realidad compleja que genera la segunda gran revolución luego de la invención de la imprenta, socializa el conocimiento y manipula las ideas; es una gran tentación para el poder, por ello la sociedad debe de empoderarse de éste y sus redes, para poder hacer de la vida social un modelo más equitativo, ético y formativo.

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