“El peligro del pasado era que los hombres fueran esclavos. Pero el peligro del futuro es que los hombres se conviertan en robots” Erich Fromm.
En el siglo XIX, en Texas, en un pueblo perdido había llegado un alemán, Ernst Kapp, que llamaba la atención en el salón del pueblo, al ponerse a leer la fenomenología del espíritu de Hegel. Pero no era una casualidad, este farmer alemán era un exilado de su tierra en proceso de integración como país, por ello en su nuevo lugar de residencia y en medio del violento y “salvaje Oeste” siguió leyendo y predicando su visión del “progreso”.
Un siglo antes, en 1777, otro alemán Johann Beckmann, había acuñado el término “tecnología”, para nombrar el mundo de los oficios, la ingeniería y la industria, y en 1877 Kapp logró editar “Fundamentos de una filosofía de la técnica”, donde desarrolla la hipótesis denominada Teoría Postética, que consideraba a las máquinas y herramientas como los órganos naturales que auxilian al hombre en sus tareas.
De allí que él plantea derivar las funciones de las herramientas de nuestra anatomía, mostrando cada una de ellas como la proyección de algún órgano o una prótesis que extendía el poder humano. Por ello consideraba que con éstas el hombre ampliaba sus dominios sobre la naturaleza y creaba extensiones de sus órganos.
La ola de automatización comenzó a fines del siglo XVIII con la introducción de máquinas en la industria textil y se hizo visible en 1811, cuando los seguidores de un imaginario Ned Ludd comenzaron a destruir un telar mecánico, dando lugar al movimiento de los Destructores de máquinas, “en defensa del trabajo humano”.
Este proceso se profundiza en la segunda revolución industrial, la cual se produjo desde la segunda mitad del siglo XIX a las primeras décadas del siglo XX (final la Primera gran guerra mundial), cuando la ciencia se aplicó a la producción, creando motores y otros inventos e introduciendo la verdadera revolución industrial, lo cual aceleró el proceso de migración de las poblaciones rurales a las ciudades, a trabajar en las fábricas, y como había grandes excedentes de fuerza de trabajo se comenzó la gran inmigración primero a América y luego a otros continentes.
La energía eléctrica convergió con el motor de combustión interna, que son impulsados por los denominados combustibles fósiles, como el petróleo y sus derivados, mientras que la energía eléctrica de las fábricas inició entonces la era del fordismo, o sea, la producción masiva de bienes manufacturados, siendo el más importante de ellos el automóvil. El obrero trabajaba en un puesto de la cadena en largos trabajos seriados, una actividad de “robot humano”.
El ocaso del fordismo y la emergencia del mundo digital y la Internet sientan las bases a finales del siglo XX de la sociedad red, según lo define Manuel Castells, así se consolida un nuevo salto, la tercera revolución: la tecnológica, planteada por Jeremy Rifkin y avalada por el Parlamente europeo en el 2006.
La base de profunda transformación que será el trampolín para la cuarta revolución industrial fueron, el inicio del cambio de los combustibles fósiles a las energías renovables, la tecnología Smart grid o de Red de distribución de energía eléctrica “inteligente”, el transporte basado en vehículos todo-eléctricos, híbridos y todo lo que le sumó la revolución en las comunicaciones y nuevas plataformas.
Siempre hemos caminado hacia la automatización desde lo más elemental a lo más complejo, por ello los robots que tanto nos atemorizan y que están con nosotros desde la década de los sesenta en la industria, no son un utensilio de ciencia ficción según Martin Schwab, fundador del WEF, aunque cabe la pregunta de que si los robots: ¿trabajan para los humanos o en contra de los humanos?
Esta última pregunta es un resabio de un miedo que refleja lo que hemos sido como dominadores y amos, donde todo lo que tomamos lo etiquetamos y pensamos que otros diferentes a nosotros con una nueva y gran capacidad de inteligencia puede hacer lo mismo, ¿si fue creado por el hombre?
El mundo de la robótica sigue la lógica del capitalismo ya que se alimenta y está orientado a su potencialización, por ello no nos asombra quiénes lideran esta actividad y cuáles son sus perspectivas de futuro.
China será el mayor usuario de robots y planea convertirse en un líder mundial en alta tecnología, algo que hoy ya es realidad, ya que el viejo tiempo de las imitaciones económicas ya ha terminado. Ahora China registra más patentes que Estados Unidos. Un ejemplo, Foxconn, el proveedor de Apple, redujo su fuerza laboral el año pasado, de 110,000 a 50,000 en Kunshan, gracias a la introducción de robots.
Hoy todos los gerentes de la producción de Inteligencia Artificial y Robot argumentan que el aumento de la productividad de los robots reducirá los costos, lo que permitirá un mayor consumo de bienes y servicios, lo que generará nuevos puestos de trabajo, que serán ocupados fácilmente por los trabajadores desplazados por las máquinas inteligentes. Ésta es la perspectiva más positiva de la irrupción de los robots masivamente en el mundo laboral, pero hay una gran mayoría que piensa lo opuesto.
En Estados Unidos, un informe económico para la presidencia afirma que hay 83% de posibilidades de que aquellos que ganen 20 dólares la hora puedan ser reemplazados robots. El 31% de aquellos que ganan 40 dólares por hora, serían remplazables.
Las estadísticas muestran que cuando alguien pierde su trabajo a cierta edad, si encuentra uno nuevo, casi siempre tendrá una remuneración más baja, lo cual se acentúa cuando el que pierde el empleo es mayor de cuarenta años.
El Instituto de investigación ABI, en Estados Unidos, sostiene que la cantidad de robots industriales aumentará en casi 300% en menos de una década, y el Buró Nacional de Investigaciones Económicas afirma que, por cada robot industrial introducido en la estructura laboral, se eliminan seis empleos.
Para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), los efectos negativos de estas nuevas tecnologías en el empleo impactarán fuertemente en los países en desarrollo, con alto nivel de empleos de baja calificación. En el 2016, el informe de dividendos digitales del Banco Mundial calculó que la sustitución por robots de trabajadores poco calificados en los países en desarrollo cubriría dos tercios del trabajo.
La robotización y la automatización de los modelos productivos que ocasiona este fenómeno de sustitución de trabajadores en las industrias con negocios digitales “debería generar una Renta Básica Universal (RBU) y una readaptación constante de los empleados actuales hacia las nuevas habilidades profesionales que se demandarán”.
Desde la OCDE también claman por esta transformación laboral, ya que solo en Estados Unidos, un 47% de los puestos de trabajo están en riesgo, nada menos que 13 millones de americanos perdieron su puesto de trabajo por el impacto de la crisis del 2008, que muy difícilmente se recuperaron en una década.
Los expertos hablan que el reciclaje profesional debe enfocarse, primordialmente, entre los trabajadores de baja cualificación, para reconducirlos hacia las nuevas directrices digitales.
En realidad, todos los grandes grupos y plataformas tecnológicas saben del impacto que viene y que afectará a la fuerza laboral, por lo que en la actualidad se han formado dos grupos de opinión sobre cuál sería una alternativa viable para evitar que este impacto genere un conflicto social que podría ser incontrolable.
Una opción al gran cambio cualitativo que reclama la digitalización es el gravamen tributario a las empresas por el uso de robots, a esta alternativa lo respaldan el WEF y Schwab y empresarios como Bill Gates, a quién le parece “lógico” que las compañías paguen cuando reemplacen trabajadores por maquinaria robotizada.
Otra opción alternativa es la renta universal, una especie de “prejubilación”, o pensión para un empleado que pierda el puesto laboral con cierta edad, a ésta la apoya Elon Musk.
Para Jeff Immelt, CEO de General Electric, se decanta por una tercera opción: acuerdos entre el sector público y privado para perfilar los cursos de formación constante que requerirán las firmas digitalizadas en el futuro, a fin de mantener puestos y adecuaciones a los cambios que vienen; ésta sería muy restringida a determinados perfiles de trabajador.
Éste es un cambio anunciado, el de mayor impacto no se anunció y comenzó a fines de los 70´, el neoliberalismo y la pérdida de la estabilidad laboral, la pérdida de derechos como jornadas de ocho horas y demás logros de más de un siglo de lucha, de eso no nos acordamos y nos preocupamos por algo que es posible porque antes se desarmó el pacto social y el trabajo quedó en el limbo de la inestabilidad.
Quizás ya nos hemos acostumbrado a esta nueva situación de rotación, de cambios y derechos muy recortados, una realidad en la que se basa ésta, la 4° revolución industrial y la reducción del hombre como sujeto producto en el trabajo.
Agregar comentario