[testimonials design=»clean» backgroundcolor=»» textcolor=»» random=»» class=»» id=»»][testimonial name=»Eduardo Galeano» avatar=»none» image=»» image_border_radius=»» company=»» link=»» target=»_self»]“Éste es un mundo que te domestica para que desconfíes del prójimo, para que sea una amenaza y nunca una promesa”.[/testimonial][/testimonials]
Dr. Alfredo A. César Dachary
A la velocidad en que vivimos, difícilmente podemos ver el paisaje que nos rodea, ya que mientras manejamos hablamos por celular, escuchamos radio, contestamos mensajes, mandamos Whatsapp y en los semáforos, algunas mujeres terminan de pintarse y los hombres, no se quedan atrás en eso de la imagen.
No vemos el paisaje, porque ya lo conocemos, y no nos atrae como fue al principio al descubrirlo, pero seguro que si hoy comenzamos a verlo en mayor detalle nos va a sorprender, no tanto las nuevas casas, avenidas, edificios y demás “avances”, sino las caras de la gente, que alienada entre el trabajo y las relaciones sociales y angustiada por sus créditos y la necesidad de parecer o ser lo que no es, se ven cada vez más tensas, más rígidas y menos alegres.
¿Es la difícil situación económica el motivo o hay algo diferente?, aunque Google, en su afán de ser un payasito alegre, de vez en cuando muestra los concursos de países felices, de alegría, de mejor calidad de vida y otros concursos, que como lo que genera esta industria del control de la población termina siendo entre algo muy sesgado a los intereses de los que financian estos proyectos.
Groenlandia, con una tasa de 83 suicidios anuales por 100,000 habitantes, ostenta la primera plaza mundial en lo que a suicidios se refiere, muy por encima de sus competidores directos, los referidos Lituania y Corea del Sur.
Ubicada entre el Océano Atlántico y el Océano Glacial Ártico, en la zona nororiental del continente americano, Groenlandia, cubierta de hielo en el 84% de su superficie, ha sido habitada de manera discontinua desde el III milenio a.c. Con poco más de 60,000 habitantes, con su inimitable lengua groenlandesa y con la mayoría de su población concentrada en torno a la costa suroeste – donde se ubica Nuuk, su pintoresca capital –, Groenlandia, a lo largo del siglo XX, pasó de ser una comunidad basada en la pesca, en la caza de la foca, en los trineos y en los iglús, a convertirse en un protectorado danés, en una sociedad forzada a la industrialización y a las viviendas en bloque, un estilo de vida muy alejado de su modelo tradicional: el estilo de vida agreste, salvaje y centrado en la pura supervivencia que imperaba en la isla antes de la colonización occidental.
En esta isla remota es muy complicado salir o entrar desde el exterior o moverse dentro de ésta, ya que apenas existen carreteras salvo en las inmediaciones de las principales ciudades y los rigores del clima determinan la forma de vida, con meses de pura oscuridad que se alternan con temporadas de luz implacable. De allí que no hay un solo día con luz en invierno, ni exista una noche en verano.
Buscar las causas del suicido tan elevado en las condiciones climatológicas, un exceso de oscuridad y largos días sin noche, no nos responde a las causas efectivas, aunque incide en las mismas y constituye uno de los principales factores junto con esa industrialización acelerada, que la mayoría rechaza, pero saben que es su única salida, pero que ellos le temen porque son muy pocos, por lo que el desarrollo traería inmigración y pronto serían una minoría.
El tema es más complejo, ya que los meses del año en los que el suicidio es mayor coinciden con los que conforman la época estival, porque luego de tres meses de oscuridad con una gran melancolía y depresión entre sus habitantes, la inmensa isla se ve sumida en una época de absoluta luminosidad, y es a partir de junio, cuando una especie de furia se apodera de muchos groenlandeses, cuando el insomnio hace acto de presencia, y es cuando los niveles de serotonina se alteran estrepitosamente, pero resulta que los suicidios comienzan a ser un fenómeno que llama la atención a partir de 1970, llegando en 1986 a ser la primera causa de muerte, siendo mayoría los jóvenes varones de entre 15 a 25 años.
Hay otras razones, como el elevado índice de alcoholismo de su población, el abuso sexual, el incesto, la disfuncionalidad familiar, el aislamiento físico, el desempleo o la pobreza también suelen ser esgrimidas por los especialistas en el tema. ¿Pero, por qué son los jóvenes la gran mayoría de los suicidas?
La mayoría de los expertos en la materia coinciden en referir el insondable abismo que existe entre el austero modo de vida de sus padres y abuelos, que eran personas de conciencia rural y conservadora, dedicadas a luchar un día tras otro por la supervivencia y el alimento y el de los jóvenes, más cómodo, moderno y urbanizado pero a la vez altamente frustrante, siempre en medio de una cantidad ingente de información sobre ese otro mundo idílico y perfecto que reciben a través de la televisión o de Internet y la conciencia de haber nacido en un lugar tan limitado y remoto.
¿Qué nos pasa entonces?, porque la modernidad nos agobia, las ultra tecnologías nos seducen pero a la vez nos controlan y el mundo nuevo que emergió de Internet nos hace vivir en un sueño, del que el despertar puede ser trágico.
Para Franco Berardi, “Bifo», filosofo italiano hemos “… creado un monstruo que nos tapa el horizonte y las constantes ensoñaciones distópicas y la permanente fascinación por el mañana convirtieron al siglo XX en la “época dorada” del futuro”.
En la primera década del siglo XX, Filippo Tommaso Marinetti publicaba en el periódico Le Fígaro el primer manifiesto futurista, que estaba dividido en 11 puntos, y que era una oda al peligro, una glorificación de los modernos medios de transporte, una exaltación de la violencia, proponía un punto y final a la moral, al comportamiento racional, por lo que el cenit del progreso, era la misma guerra, que estalló cuatro años después, en 1914.
Éste es el punto de partida de una fuerza atroz y omnipresente que inspiró a las vanguardias, y con ella a una sucesión de hechos, notables y trágicos, que definieron al siglo XX, desembocando en el enorme vacío del eterno presente, un futuro perdido que no es el real, sino que tiene que ver con aquel alarido punk, el “no future”, que los Sex Pistols ‘vomitaban’ a finales de los 70´s.
El propio Bifo, había participado activamente en el movimiento insurreccional italiano del 68, la continuidad geográfica y temporal del mayo francés y se había labrado un prestigio en la comunicación social alternativa, por lo que huía de Italia perseguido por la policía rumbo a París, donde le esperaba, entre otros, Michel Foucault, otro pensador rebelde.
Bifo decía entonces que este sistema era “una fábrica de infelicidad” donde el futuro ya no era seductor, ya que “…el futuro como dimensión cultural ha sido modelado por la modernidad en términos de expansión, acumulación, intensificación del ritmo de producción. Todo esto se ha vuelto sencillamente imposible, y por eso el futuro es inimaginable…”.
Obviamente, la crisis económica actual ha difuminado más aún si cabe un hipotético horizonte más allá de la supervivencia. “Hoy, el poder repite incansablemente que hay que relanzar (revitalizar) el crecimiento, aumentar el tiempo de trabajo, relanzar el consumo. Sin embargo, todo eso es imposible e insensato. El consumo no puede ser reactivado porque la gente no necesita más jerséis, ni más coches, ni más zapatos. Lo que necesita es más tiempo, más placer, más relaciones afectivas… He aquí la paradoja fundamental de nuestra época: la lógica del más contradice lo que podemos, lo que realmente necesitamos…”.
Además, este filósofo afirma que hay demasiada información y recuerda como los totalitarismos, fascistas y comunistas, usaron la utopía como parte esencial de sus doctrinas, y como éstas generaron violencia y destrucción en la búsqueda de un futuro ideal. Ahora analiza la utopía mediática, la proximidad entre las tecnologías de la comunicación moderna y los movimientos futuristas, hasta la llamada “última utopía”, la cibercultural.
Paul Valéry ya pronosticó que un día los ciudadanos del mundo podrían recibir información directamente en sus habitaciones, al igual que el agua podía salir ya del grifo. Hoy, el sueño de Valéry ha alcanzado su máxima expresión, pero la avalancha mediática es sólo una causa de nuestro aturdimiento: “La alienación no surge de la relación comunicativa, sino de una relación productiva basada en la hiperexplotación, el empobrecimiento psíquico, el aislamiento. Las tecnologías digitales son sólo el soporte perfecto de esa alienación”.
La contradicción informativa, como en cualquier proceso productivo de nuestro tiempo, está latente, el gran problema de los medios de comunicación es que no necesitamos información, tenemos demasiada. El exceso de información produce un efecto de ignorancia extraordinaria y un efecto de desatención, de sufrimiento cognitivo. El principal problema de la comunicación en los tiempos venideros será el silencio. Un silencio que haga posible volver a sentir de nuevo el cuerpo del otro.
Ante el triunfo del individualismo, frente a la destrucción de la construcción colectiva de un futuro común, ¿cómo podemos reaccionar? “La precarización ha destruido las posibilidades de solidaridad, de comunidad, de relación afectiva, política o incluso territorial, y allí donde se halla el peligro, allí hay que buscar la salvación porque el peligro está en la soledad del trabajador precario.
Así, del extremo de Groenlandia en que el futuro ha saturado a la juventud y no los atrae como salida posible al europeo, donde el futuro ya perdió un importante partido, que hace retroceder las ilusiones y perder las esperanzas, ya que éstas se hicieron humo a partir del 2008, fecha en que acabó de golpe el “sueño”, que les había ofrecido como el cielo eterno: el estado del bienestar.
Agregar comentario