“La selección natural es consecuencia de la lucha por la vida, y ésta de un rápido crecimiento. Hay que lamentar amargamente hasta qué punto el hombre tiende a aumentar en número” Charles Darwin.
Con el nacimiento del sistema capitalista, emergen una serie de teorías, que tienen en común una idea central: plantear que el crecimiento de la población amenaza el futuro de la especie. Esto que inició en cierta medida Malthus, ratificado por Darwin y luego transformado en bandera por el racismo “científico” del siglo XIX”, sigue vigente hasta hoy de diferentes maneras.
Los grupos duros ecologistas, los que propugnan la conservación sin la presencia del hombre, que ha significado extinción de pueblos enteros por hambre y sirvió para justificar la gran masacre contra los pueblos originarios en el actual Estados Unidos y en Argentina, como casos extremos.
En el siglo XX, este principio es ratificado por fundaciones y organizaciones que lograban llegar a pueblos muy pobres para poder allí aplicar las medidas para evitar que los pobres sigan creciendo poblacionalmente, estas organizaciones, en el siglo XXI, condena a las mujeres que optan libremente por el aborto, uniendo el fanatismo religioso con la ignorancia científica y el desprecio a los pobres.
Hoy el tema vuelve a ser recurrente, más en la medida que las nuevas tecnologías pueden fácilmente remplazar al hombre en las labores más complejas como en las simples, incluso en las personales como la vida sexual; ésta es la “otra vía” para eliminar población, o sea pobres, que “afean el mundo” para los racistas y supremacistas.
Osamu Kusumoto, Secretario general de la Asociación para el Desarrollo de la Población Asiática, pone como ejemplo a Japón donde la tasa de natalidad es de 1,44 hijos por mujer, lo que llevó a la disminución de la población en un millón de personas en los últimos cinco años. La gente no asocia que sin hijos el sistema de seguridad social se vuelve insostenible y se quedarán sin pensión en la vejez.
En Japón, la robótica responde a esa caída de población activa con tecnologías para cuidar enfermos, ancianos y otra población con enfermedades crónicas como el Alzheimer, ya que es un país cuyas leyes migratorias y la propia cultura de la sociedad no son proclives a recibir inmigrantes para lograr un balance demográfico.
Los avances en medicina y salud pública y la disponibilidad de servicios de salud inevitablemente llevarán a una transición de la mortalidad, indicó Kusumoto.
Pero a menos que también haya una transición en la natalidad, la población seguirá aumentando por encima de la capacidad de sustento de la tierra, advirtió, tomando la vieja premisa Malthusiana de número de habitantes y no de distribución como plantea Oxfam, cuando muestra que el 1% de la población controla cerca del 50% de la riqueza del mundo.
El envejecimiento de la población a partir de los setenta del siglo pasado en los países más desarrollados, a consecuencia de las últimas migraciones a las ciudades, se está extendiendo al resto del mundo en el siglo XXI, coincidiendo con la creciente urbanización del planeta que afecta igualmente a todos los territorios, aunque con diferencias muy marcadas entre los países más y menos desarrollados.
Esta situación se enlaza con la anteriormente planeada y así las interacciones de envejecimiento y urbanización unido a la disminución de población en edad productiva generan nuevos problemas en la sociedad. La situación actual de las personas de la tercera edad, sumada a la población que tiene diferentes tipos de limitaciones en sus funciones la cual crece en más altas proporciones y que deben afrontar grandes dificultades en su día a día, derivadas de sus limitaciones personales, se le deben sumar las múltiples barreras urbanas de unas ciudades pensadas para la población joven y sana.
En el segundo decenio del siglo XXI se acentúan y coinciden estos dos procesos que afectan a la mayor parte de la población mundial: envejecimiento demográfico y urbanización. En efecto, en 2015, a escala mundial, el 8% de la población tiene más de 65 años y en los países más desarrollados y urbanizados el porcentaje se eleva al 17%.
En los últimos 65 años, la población total del mundo aumentó en un 191%, pero la población de personas mayores aumentó en una proporción mucho mayor, así tenemos que en la segunda parte del siglo XX la proporción de los mayores de 65 años creció en un 218% y la población de personas de 80 años o más en un 386%, prolongando el retiro de la vida activa de cinco a diez años según las condiciones del sujeto.
El ritmo del envejecimiento se ha acelerado en los países que aún no tienen proporciones tan elevadas de población mayor, el caso de Francia es representativo de otro ritmo muy diferente, ya que necesitó un siglo para que la población mayor de 65 años pasara del 7 al 14%, mientras que en Brasil tardan menos de 25 años en alcanzar el mismo nivel de crecimiento.
En 2005, la población de 65 años en adelante constituía casi la quinta parte del total en muchos países europeos y tendía a aumentar, pero en muchos países industrializados habría más abuelos que nietos. En 2015, la población de 65 y más años supera el 20% en Japón (26%), Alemania (21%), Grecia (21%) e Italia (22%). México todavía presenta una proporción bastante moderada (7%). En España (18%) las proyecciones demográficas del INE para la próxima década señalan, junto al incremento de la esperanza de vida, hasta los 87 años para las mujeres y los 81.8 para los hombres, una población anciana de 9.7 millones para el 2022, es decir, un aumento de 1.5 millones, con un volumen cada vez más importante de centenarios. En América Latina, las proyecciones de CELADE dan un porcentaje de mayores de 60 años, en 2020, del 13%, porcentaje que casi se duplicaría en 2050.
Es por ello que el aumento constante de la longevidad humana constituye uno de los mayores cambios y desafíos de nuestro tiempo, y si el mundo no se adapta a las nuevas tendencias demográficas será difícil lograr un futuro sostenible y seguro en el que las personas de todas las edades lleven una vida plena.
Este fenómeno que nos toca presenciar es definido por los demógrafos, geógrafos y otros cientistas sociales como una doble transición, por un lado, demográfica y, por el otro, como causa epidemiológica, ya que las condiciones de la sociedad y los avances médicos están detrás de estos profundos cambios.
A estas dos transformaciones, la demográfica que nos lleva pronto a una pirámide invertida y, la crisis urbana, porque la ciudad no está ajustada a estos cambios de población se le suma desde otro ángulo una tercera, quizás la más peligrosa y sobre la cual tenemos poco hasta hoy para enfrentarla.
Un grupo de ecólogos de la Universidad del Noroeste en Estados Unidos han llegado a una conclusión alarmante tras realizar un estudio, de que el calentamiento global podría provocar la completa extinción de las abejas en todo el mundo dentro de pocos años.
Los científicos han explicado que, cuando hay una alta temperatura en las colmenas, las abejas “se confunden” y no hibernan como deberían hacerlo. Debido a esto, sus reservas de grasa se queman con mayor rapidez y cuando despiertan en primavera se encuentran en un estado más débil.
Si en nuestro planeta siguen aumentando las temperaturas durante los próximos años, se podría llegar a una situación “catastrófica” y las abejas podrían desaparecer de la Tierra. De allí que la desaparición de las abejas repercutiría en los ecosistemas y podría haber una hambruna mundial, pues son ellas las que polinizan la mayoría de los cultivos.
Los grandes avances científicos han generado una mayor esperanza de vida, aunque no para todos, porque hay una gran parte de la población que solo sobrevive, pero también la forma de vida ha generado el antídoto, el calentamiento solar y sus graves consecuencias.
Una vez más se confirma que los grandes problemas de la sociedad no están determinados por el número de pobladores sino por un sistema de distribución asimétrico e inmoral, cuya justificación es inexistente, salvo las premisas racistas de la supremacía blanca y el racismo, dos visiones muy antiguas, pero aún muy vigentes.
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Gracias por enseñarlo que yo no entendía.
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